El consumo diferido sigue siendo la vía de escape para poder financiar ciertos bienes y servicios. Aunque el año arrancó con relativa prudencia de gastos, con transacciones que reflejaron una tendencia a la baja, el uso de pago bajo esta modalidad no ha dejado de ser recurrente. Solo en marzo llegó a tener una participación del 45 %.
La tendencia se refleja en un reciente estudio de la Asociación de Bancos Privados del Ecuador (Asobanca), que analiza el comportamiento de pago durante el primer trimestre del año (la información más actual hasta ahora). Si bien, hasta marzo, el sistema registró 15’330.484 transacciones, un -7,7 % con respecto a igual periodo del año pasado, los saldos fueron acumulándose en mayor medida bajo los diferidos, la modalidad que le permite al consumidor saldar en partes o por meses la deuda del bien que ha adquirido.
Según Asobanca, el saldo con tarjetas de crédito sumó $ 7.400 millones hasta el tercer mes del año. De ese monto, $ 4.308 millones estuvieron bajo el esquema de diferidos. Esto es $ 422 millones más que en igual periodo del año pasado, pero un 69% más que el año pasado.
El momento político y económico que vivió el país a inicios de año es para Sonia Zurita, experta en temas financieros, una de las variables que hay que analizar para entender el comportamiento que ha tenido el consumo. Si las transacciones no crecieron, dice, responde a la incertidumbre que aún existía sobre el arribo del nuevo gobierno y su gestión de la recuperación económica.
“En ese entonces no teníamos una idea clara de cómo iba a ser la gestión presidencial. Y además la economía, después de un año de pandemia, aún no reflejaba ningún cambio trascendental… Y es obvio que hasta ese punto las familias tenían restricciones. Primero porque sus ingresos habían caído y segundo porque no podían usar más recursos de los que tenían”.
Esto último, dice, también explica por qué más personas han optado por diferir sus pagos. “Este esquema debería usarse para cosas puntuales, para comprar electrodoméstico, viajes, actividades asociadas a bienestar más que supervivencia; pero si eso no está pasando, lo más probable es que la gente esté usando los diferidos para pagar el día a día”, dice. Y eso, aclara, es preocupante, porque el riesgo de caer en impagos es mayor.
No obstante, Asobanca señala en su informe la buena calificación de riesgo que hay en las más de 3,4 millones de tarjetas que existen en el país. El 96,8 % de los documentos emitidos por la banca privada tienen clasificación A (riesgo normal).
El documento también se refiere a cómo este año las compras se hacen con mayor intensidad vía Internet. Del total de operaciones, el 13,9 % correspondió a transacciones online, llegando a 2,14 millones, lo que representa un crecimiento anual de 29,3 %. Un comportamiento que, a criterio de Asobanca, es positivo, ya que “reduce la necesidad de contacto con otras personas en época de pandemia y porque el uso del efectivo es más costoso en términos de la administración de billetes y monedas para el país”.