Las tasas de interés en el Ecuador han mantenido un comportamiento sistemático a la baja durante todo el 2021, y la tendencia se mantiene en el primer bimestre del 2022. De acuerdo con los datos del Banco Central del Ecuador (BCE), las tasas de cuatro segmentos: microcrédito, productivo, inmobiliario y de consumo, se fueron reduciendo entre uno y tres puntos en este periodo.
En enero del 2021, el microcrédito estaba en 23,62 %, y para diciembre del mismo año se ubicó en 20,89 %. Entre tanto, en febrero del 2022 se ubicó en 20,84 %.
Los créditos productivos han registrado una tendencia a la baja, pues en enero de 2021 se habían colocado en 8,78 %; para diciembre estaban en 7,96 %; y en febrero del 2022, en 7,63 %.
Las tasa para el segmento inmobiliario también se ha reducido, de 9,59 % a 9,03 % entre enero y diciembre del 2021, llegando al 8,98 % en febrero de este año. La de consumo fue de 16,87 % a 16,27 % entre enero y diciembre 2021; y en febrero de este año se colocó en 15,96 %.
Para Alberto Acosta Burneo, editor de Análisis Semanal, la nueva metodología de las tasas de interés aplicada desde enero del 2022 —con base en una resolución de la Junta de Política Monetaria y Financiera— no ha tenido un efecto importante. La caída de las tasas de interés se produjo por las condiciones de mercado, pues esta reducción se dio incluso antes de la nueva metodología. Explica que la demanda de crédito se detuvo por efecto de la pandemia, así como la producción y el consumo se detuvieron; este comportamiento fue contrario al de los depósitos, que siguieron subiendo. Como resultado, las tasas cayeron. En este sentido, dice que el origen de la caída no es una razón positiva, ya que es por la debilidad de la demanda.
Las tasas de interés en Ecuador —una economía dolarizada— funcionan con una normativa distinta a las de otras economías similares. A partir de una recopilación de datos que hizo la Asociación de Bancos del Ecuador (Asobanca) se puede establecer que las tasas de interés en el país fueron las más bajas al compararlas con las de Estados Unidos, El Salvador y Panamá.
Es que, de las cuatro economías dolarizadas analizadas, tres utilizan tasas liberadas, mientras que Ecuador, aún con la nueva metodología establecida por la Junta de Política Financiera, las fija a través de techos.
De acuerdo con la Reserva Federal de Estados Unidos, las tasas en ese país son determinadas por el mercado: oferta y demanda de crédito y por las expectativas inflacionarias y de crecimiento. En Panamá, el Decreto Ley 9 permite a los bancos fijar libremente las tasas activas y pasivas. En cambio, en El Salvador están atadas al comportamiento de las tasas internacionales, es decir, las de Estados Unidos.
Asobanca recopiló el precio del dinero, es decir, de las tasas de interés, en el segmento de consumo de estos países. Por ejemplo, las tasas de interés de tarjetas de crédito de Estados Unidos pueden llegar a 34,99 %. Los bancos de El Salvador pueden cobrar tasas efectivas por créditos de consumo de entre 18,71 % y 38 %, dependiendo de los casos. En Panamá, las tarjetas de crédito tienen intereses que van del 29,33 % al 29,97 %. Entre tanto, en Ecuador la tasa de momento está en 16,77 %.
De esta manera, contrasta el discurso que ahora se maneja, por ejemplo, en algunos sectores del Legislativo que aseguran que las tasas del Ecuador son altísimas para estar en dolarización. Esta postura ha llevado a los asambleístas a tratar en estos días en la Comisión de Régimen Económico la denominada Ley Orgánica Reformatoria al Código Orgánico Monetario y Financiero. La idea de los asambleístas proponentes es que las tasas de interés se reduzcan más.
En el actual contexto de baja demanda y fijación de techos, la baja de tasas, que podría parecer una buena noticia, se convierte en un problema. Y es que, cuando existen tasas más bajas o techos en la tasa, los recursos se direccionan a los clientes más seguros y que representan menor riesgo y, por ende, menos costos operativos. Así, el resultado lógico es la entrega de más crédito, pero en las mismas manos, es decir, no se da paso a la ansiada inclusión financiera.
Sobre el proyecto de ley que de momento se encuentra en la Asamblea, Acosta Burneo considera que el Legislativo se equivoca al tratar de fijar las tasas de interés con techos más bajos, al igual que el Banco Central se equivocó con la nueva metodología. En ambos casos se procura bajar la tasa, pero al ser de manera artificial, se provoca exclusión financiera.
En resumidas cuentas, quienes requieren pequeñas cantidades y no tienen una trayectoria crediticia se quedan sin acceso al crédito. La única manera de bajar tasas sin generar la exclusión financiera es aumentando la oferta de dinero. Esto ocurre a través del ingreso de más entidades financieras del exterior y permitiendo el flujo de capitales hacia el Ecuador, generando un buen ambiente de negocios, adoptando normas internacionales. Ante más oferta, las tasas caerían, comenta Acosta.
En Ecuador, el 49 % de la población está excluida del sistema financiero: no tiene acceso a crédito. Ese mismo porcentaje es el que estaría en manos del mercado informal, pagando intereses hasta de 1.200 % anual, en promedio. De ese universo, el 52,7 % son mujeres cabeza de hogar.
Así lo reveló un estudio realizado por el buró de crédito Equifax. Dicho documento también indica que siete de cada diez personas creen que pagan una tasa de 10 % o 20 % al mes, cuando en realidad pagan 103 % mensual, es decir, 1.238 % anual. La aceptación por parte de las personas de este tipo de condiciones del crédito informal demuestra que para ellas no es tan importante la tasa, sino un acceso oportuno al crédito.
Además del problema de costos, la seguridad también es un riesgo que corren quienes están sometidos al chulco, pues, si no pagan, reciben amenazas a su integridad, además de cobros adicionales.
De otro lado, en Ecuador ahora existe un producto crediticio para producción que es el de BanEcuador, al 1 % de tasa y a 30 años plazo. Sin embargo, este producto, que había logrado colocar unos $ 13 millones (con corte al 8 de marzo), no generará un cambio importante a nivel macroeconómico, indica Acosta.